EROTÓMANOS
El periodista mexicano Horacio Cabral charla con Walerian Borowczyk y Marina Piero en la presentación de "DoctorJekyll y las mujeres", 1981
Walerian Borowczyk fue un realizador de moda en la época de la transición. "La bestia", "Tres mujeres inmorales" y otras, pero al paso del tiempo le ha hecho una mala jugada y han caído en el olvido.
En octubre de 1981 presentó "Doctor Jekyll y las mujeres" a Sitges, era una especie de canto del cine porque se estrella se apagó de inmediato.
También fue el primer año de la era Ráfales, la mejor del festival de Sitges sin ninguna duda, y el inicio del Reinado del Terror de la Generalitat catalana y sus perversos Serveis de Cinematografía. Los lameculos se pusieron las botas a costa de robar el trabajo de los demás.
La película de Walerian Borowczyk no tuvo demasiada buena acogida, aburrió bastante y fue el fin de su carrera como realizador mediático pasando a un incómodo segundo plano.
El galo Jean Rollin era una versión francesa de Jesús Franco, películas rodadas con cuatro francos, sin ritmo alguno, y tremendamente aburridas que, sin embargo, atraían a los amantes del llamado cinéma bis. Para justificar su falta de talento le llamaron un icono (?) del fantástico galo, repleto de un erotismo gratuito, realización torpe e insípida.
Los aficionados le llamábamos en plan de sorna, Jean Rollón. Siempre escribíamos "Rollin nos ha enrollado un buen rollón". En cierto modo le echamos de menos porque es un ser verdaderamente entrañable.
En octubre de 1981 presentó "Doctor Jekyll y las mujeres" a Sitges, era una especie de canto del cine porque se estrella se apagó de inmediato.
También fue el primer año de la era Ráfales, la mejor del festival de Sitges sin ninguna duda, y el inicio del Reinado del Terror de la Generalitat catalana y sus perversos Serveis de Cinematografía. Los lameculos se pusieron las botas a costa de robar el trabajo de los demás.
La película de Walerian Borowczyk no tuvo demasiada buena acogida, aburrió bastante y fue el fin de su carrera como realizador mediático pasando a un incómodo segundo plano.
El galo Jean Rollin era una versión francesa de Jesús Franco, películas rodadas con cuatro francos, sin ritmo alguno, y tremendamente aburridas que, sin embargo, atraían a los amantes del llamado cinéma bis. Para justificar su falta de talento le llamaron un icono (?) del fantástico galo, repleto de un erotismo gratuito, realización torpe e insípida.
Los aficionados le llamábamos en plan de sorna, Jean Rollón. Siempre escribíamos "Rollin nos ha enrollado un buen rollón". En cierto modo le echamos de menos porque es un ser verdaderamente entrañable.
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