Esta leyenda asturiana, pero compartida con otros pueblos de raigambre céltico como las hadas irlandesas, escocesas y bretonas, es de ancestral memoria. Son mujeres bellísimas, menuditas, rubias, de pelo sinuoso cuyo reflejo se puede vislumbrar en las fuentes y los ríos de Asturias cuando los caminantes acuden a ellas para apagar su sed.
Ninfas de agua dulce que tienen incluso una versión terrorífica inventada por alguna feminista radical que dicen que seducen a los hombres y les ahogan en los ríos, pero eso no es cierto. Son seres más bien benefactores, creadoras de dólmenes, que viven en cuevas, ríos, fuentes. En la noche de San Juan se puede romper su encantamiento porque la aprovechan para salir a bailar, lavar sus ropas o devanar madejas de hilo de oro y plata. Se las puede ver entonces sentadas a las orillas de los ríos peinándose sus largos cabellos con peines de oro.
Aunque desciendan de las ninfas de la mitología clásica son diferentes en su labor benefactora como cuidar el ganado o de sus propios hijos, los “xaninos”. Dicen que una de sus costumbres es cambiar los bebes humanos por los suyos, aprovechándose de algún despiste maternal cuando las mujeres acuden a lavar las colada al río, como se hacían antiguamente.
Sus hijos suelen ser débiles, tal vez porque sean una especie en declive, y cuantan las antiguas leyendas que las madres se encontraban sorprendidas como sus supuestos hijos, los impostores, les crecía sorprendentemente una dentadura completa, languidecían y adquirían una piel oscura.
En la noche mágica de San Juan cuando eran visibles entregaban sus manejas de oro a quien las pidiera en matrimonio o a quien supiera desenredarlas, pero si fallaban ¡ay! Se iban raudos al fondo del río.Castigaban así su codicia y no en el sentido que se le daba en la versión contada más arriba.
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