EL SIGNO DE LA CRUZ (1932)
Cecil
B. DeMille fue un perfecto hacedor de espectáculos. Eso es ya un tópico
bien sabido por los cinéfilos de todo el mundo excepto por aquellos que
piden peras al olmo y buscan determinados mensajes políticos.
El signo de la cruz no es un film histórico riguroso, ni una lección de historia, es un espectáculo, una fantasía. Visto como tal es una sucesión de secuencias geniales. Ese Nerón megalómano encarnado por Charles Laughton es magistral. No tan teatral como el de Peter Ustinov, pero efectivo. Fue un tirano cuya imagen ha sido exagerada, pero su imperio fue catastrófico.
A su lado tenemos a Popea bañándose desnuda ante sus esclavas con leche de burra. Otra genialidad. Y como colofón esos espectáculos frikkies del circo. Una película para disfrutar.
El signo de la cruz no es un film histórico riguroso, ni una lección de historia, es un espectáculo, una fantasía. Visto como tal es una sucesión de secuencias geniales. Ese Nerón megalómano encarnado por Charles Laughton es magistral. No tan teatral como el de Peter Ustinov, pero efectivo. Fue un tirano cuya imagen ha sido exagerada, pero su imperio fue catastrófico.
A su lado tenemos a Popea bañándose desnuda ante sus esclavas con leche de burra. Otra genialidad. Y como colofón esos espectáculos frikkies del circo. Una película para disfrutar.
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