AVATAR
No suelen atraerme las modas. Pero ya se sabe que soy cinéfilo empedernido y me gustan los relatos fantásticos. Avatar de James Cameron me ha interesado por sí y no por marketing que a mí me interesa bien poco.
Esos mundos fantásticos, esa jungla espesa con ese pueblo de seres alargados y azulados despertaron mi curiosidad y he dejado pasar la oleada de frío para darme una vuelta por la sala más cercana. En el reparto me encuentro a Sigourney Weaver la protagonista de Aliens, el regreso del mismo Cameron. Como este film era una segunda parte hacía suponer que Cameron era o es un cineasta menor pero no fue así porque incluso supera al original de Ridley Scott.
Avatar tiene, eso sí, un punto débil. No es un secreto porque ya lo han machacado mucho: el guión. Mejor dicho el argumento que es demasiado predecible. Unos dicen que es un plagio de Pocahontas y otros de una novela de Poul Anderson, en realidad yo me encuentro un desarrollo tópico y predecible. El cine que nos viene de Hollywood rara vez nos sorprende. Los elementos son siempre barajados de la misma forma aunque el envoltorio sea distinto. Tanto da que sea una película de ciencia ficción o un peplum: un chico joven es enviado a una misión secreta que es espiar a una población indígena para saber como es y después darles matarile. Pero el chico conoce chica de la que se enamora y desea integrarse en la tribu.
Luego chico pierde chica y finalmente la recupera tras hacerse acreedor a la confianza de los indígenas. En otras palabras, lo de siempre.
El contenido, tal como podemos ver es demasiado tópico, demasiado visto. Además, como está de moda lo políticamente correcto, los militares son los malos y los indígenas los buenos. Se va de ecologista y de progre aunque sea muy superficialmente. Se critica al imperialismo aunque la productora de la película es en realidad una multinacional que pisotea las cinematografías nacionales alrededor del mundo imponiendo sus productos a veces de forma poco limpia.
Eso no quiere decir que Avatar sea mala, no lo es. Al contrario es una buena película que con el tiempo se convertirá en un clásico. Es decir en película de culto que se editará, reeditará en DVD, Blue Ray y los formatos que estén por inventar, que se pasará en las cadenas de televisión y creará secuelas hasta agotar la fórmula.
La realización de Cameron es brillante, sabe hacer simpáticos a los protagonistas. El público toma partido por ellos y además son modositos, son formales y castos. Los villanos son malísimos, claro. No nos dicen que son seres negativos porque son unos imperialistas que van por los mundos destruyendo culturas, masacrando pueblos, para enriquecerse a costa de la desgracia ajena. Su maldad parece metafísica. Son malos para que el público los odie y se alegre de su derrota.
Lo que me ha parecido fascinante de Avatar es la imagen. Esos efectos digitales que crean mundos virtuales. Esa selva de espesa vegetación y escarpados abismos con cataratas gigantescas, esa fauna bulliciosa con animales extraños y esa tribu de indígenas que son la nueva esencia de las teorías de Rousseau. Es decir, el buen salvaje, la gente todavía no manipulada por la sociedad en que vivimos y que es inocente, noble y generosa. En contraposición la sociedad tecnificada cruel e inhumana. La maldad pura con un villano que como todos los villanos van por esos mundos haciendo toda clase de aspavientos como si tuvieran diarrea facial.
Pero son todas esas imágenes con los protagonistas volando montados en fantásticos animales, esas bellas vistas de selvas esmeralda y árboles milenarios con toda su sabiduría el verdadero pilar de la historia. En otras palabras, la fascinación de Avatar reside en el continente no en el contenido como en las películas de Fred Astaire cuyos argumentos son totalmente inicuos pero que al iniciarse las secuencias musicales parecía que estábamos ante otra obra repleta de magia y glamour. El espectáculo por el espectáculo, lo demás poco importa.
Pasado un tiempo los críticos dejarán de bramar por las maravillas de las nuevas tecnologías. Siempre ha sido así, lo novedoso les provoca repelús. Pero los años convierten las novedades en anticuadas si son malas y en clásicos si son buenas. El tiempo es un juez inapelable, justo y severo. Avatar tiene todos los números para ser considerado un clásico venerado y entonces a nadie importará que los efectos hayan sido creados con ordenador como al parecer ahora escandaliza y molesta.
Y es que la crítica de cine también es clónica, como el mal cine, y al carecer de argumentación recurren a toda clase de tópicos para justificar sus filias y sus fobias.
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