NUEVO LIBRO SOBRE
NARCISO IBÁÑEZ MENTA
NARCISO IBÁÑEZ MENTA
Dos fanáticos del rey del terror de la televisión argentina decidieron reunir testimonios y experiencias del gran escritor español. El resultado está en El artesano del miedo (Corregidor), una obra que sorprende con detalles, por supuesto, escalofriantes.
Patricio Barton
09.03.2010
Son sus fans. Leandro D’Ambrosio y Gillespi, dos tipos audaces que se animaron a armar un libro sobre su ídolo, el terrorífico actor español Narciso Ibáñez Menta.
Gillespi y Leandro D’Ambrosio mantuvieron durante mucho tiempo una curiosa cita semanal: “Nos juntábamos en el bar de la esquina de Radio Mitre para hablar de Narciso Ibáñez Menta”, dice el trompetista menos conocido como Marcelo Rodríguez. Todavía ni sospechaban que de esas charlas podría surgir un libro. El artesano del miedo es el título con el que la editorial Corregidor lo lanzará a las librerías a fines de este mes.
“Somos una yunta pintoresca”, aclara Gillespi, como si hiciera falta. D’Ambrosio es un periodista y coleccionista de películas de terror, investigador de temas retro de la TV y el cine (también está escribiendo un libro sobre Titanes en el ring) y la primera vez que se cruzó con Gillespi fue en el programa de preguntas y respuestas Tiempo de siembra. Allí, D’Ambrosio se alzó con el premio mayor respondiendo sobre los cinco grandes del fútbol argentino. ¿Qué hacía allí Gillespi? Respondía sobre jazz, como “invitado famoso” junto a Roberto Pettinato. Pero todavía faltaban unos años para aquellas citas en el bar de la esquina de la radio.
“Yo quedé marcado por El hombre que volvió de la muerte –dice Gillespi–. Todos los martes a las diez de la noche lo veía con mis viejos en la cama tapado con la sábana hasta la nariz. Y después me fui poniendo obsesivo, y ya de adolescente fui consiguiendo cosas raras sobre Narciso, como cintas de audio de gente que lo había grabado desde el parlante del televisor y cosas por el estilo. Ya en el 96, gracias a Fabio Manes, empecé a tener material muy interesante sobre Narciso. Y en el 98, trabajando en Canal 9, logré tener copias de El pulpo negro y le compré unas fotos increíbles al fotógrafo que trabajaba para Romay y Narciso, y así se me fue juntando un montón de material. A tal punto que decidí poner un aviso para contactarme con personas que también compartieran esta locura”. Ahí apareció D’Ambrosio; y aquel cruce casual en Tiempo de siembra empezaba a convertirse en una nueva aventura.
–¿Ya pensaban en hacer un libro?
Gillespi: –Para nada. ¡Era una reunión de dos fans! Nos juntábamos porque sí, para hablar de Narciso e intercambiar material.
D’Ambrosio: –Una semana, uno llevaba una cosa que sorprendía al otro, y nos entusiasmamos tanto que un día, casi como un chiste, apareció la idea de juntar el material en un libro. Eso fue en 2003, y ahí comenzamos a hacer entrevistas con la gente que estuvo cerca de Narciso Ibáñez Menta. Fue un trabajo minucioso y artesanal, porque casi no hay nada de archivo de su obra.
G.: –Tuvimos la suerte de encontrar a Juan Carlos Galván –actor y amigo de Narciso–, y él nos aportó mucha data personal, que es la más difícil de conseguir y de interpretar.
–¿Por qué es difícil de interpretar?
G.: –Porque era un tipo muy raro, que se levantaba después de las cinco de la tarde, trabajaba durante la noche y sometía a todo su equipo a esas condiciones.
D’A.: –Dicen que el sindicato de actores empezó a luchar por las horas extras a partir de los programas de Narciso, porque la gente grababa 48 horas seguidas sin volver a la casa, los actores dormían tirados en los decorados, usaba un montón de extras a los que después no les pagaba. Casi no hacía pausas en el trabajo. Incluso Diana Álvarez –su principal colaboradora durante años– nos contó que una vez se orinó encima porque él no la dejaba ir al baño.
–O sea que era muy complicado trabajar con él.
G.: –Sí, por eso mismo se ligaba algunas bromas pesadas de los actores que ya eran figuras. Por ejemplo, una vez que se había caracterizado como un Cristo lo dejaron colgado en la cruz en un decorado y se fueron durante más de dos horas a comer mientras Narciso pedía a los gritos que lo bajaran.
–Ibáñez Menta daba miedo de verdad.
G.: –Al tipo le gustaba asustar. También nos contó Diana Álvarez que para su primera entrevista laboral Narciso la citó en su casa. Al llegar allí la recibió la esposa y le indicó que pasara a un cuarto que estaba totalmente a oscuras. Desde las sombras la voz tenebrosa de Narciso le indicó que prendiera la luz, y ahí ella se pegó un susto bárbaro cuando lo vio a él caracterizado de monstruo. “Veo que la máscara funciona”, dijo Narciso.
D’A.: –Salía con el auto caracterizado y manejaba así hasta al canal. Una vez que estaba disfrazado de diablo lo paró la policía.
G.: –Es que otra de sus pasiones era el maquillaje. Él mismo se caracterizaba. Y usaba técnicas muy artesanales, por ejemplo, para simular una cara quemada se untaba dulce de leche. Fue el primero en usar máscaras de látex y lentes de contacto blancos.
–Hacía cosas grandilocuentes, pero artesanales.
D’A.: –Bergara Leumann nos dijo que Ibáñez Menta pensaba que trabajaba para la Metro y después tenía que enfrentar todas las limitaciones. Además de su talento, también se rodeó del mejor plantel técnico de la época, aunque en ese momento casi no se hacían efectos especiales.
G.: –Todos se preguntaban cómo parecían tan reales los muertos, y salían así porque ¡eran muertos de verdad! Trabajaba en la morgue diseccionando cadáveres con ¡vísceras reales! Muchos actores y técnicos se desmayaban.
–¿Fue un fenómeno de masas?
D’A.: –Llegó a hacer picos de rating históricos. En el año 60, que es cuando se empieza a medir el rating, se calculaba que El fantasma de la ópera tenía rating absoluto. O sea que estadísticamente no había nadie mirando otra cosa. Se suspendían funciones de cine durante el horario en que salía el programa. ¡Era una locura!
“Somos una yunta pintoresca”, aclara Gillespi, como si hiciera falta. D’Ambrosio es un periodista y coleccionista de películas de terror, investigador de temas retro de la TV y el cine (también está escribiendo un libro sobre Titanes en el ring) y la primera vez que se cruzó con Gillespi fue en el programa de preguntas y respuestas Tiempo de siembra. Allí, D’Ambrosio se alzó con el premio mayor respondiendo sobre los cinco grandes del fútbol argentino. ¿Qué hacía allí Gillespi? Respondía sobre jazz, como “invitado famoso” junto a Roberto Pettinato. Pero todavía faltaban unos años para aquellas citas en el bar de la esquina de la radio.
“Yo quedé marcado por El hombre que volvió de la muerte –dice Gillespi–. Todos los martes a las diez de la noche lo veía con mis viejos en la cama tapado con la sábana hasta la nariz. Y después me fui poniendo obsesivo, y ya de adolescente fui consiguiendo cosas raras sobre Narciso, como cintas de audio de gente que lo había grabado desde el parlante del televisor y cosas por el estilo. Ya en el 96, gracias a Fabio Manes, empecé a tener material muy interesante sobre Narciso. Y en el 98, trabajando en Canal 9, logré tener copias de El pulpo negro y le compré unas fotos increíbles al fotógrafo que trabajaba para Romay y Narciso, y así se me fue juntando un montón de material. A tal punto que decidí poner un aviso para contactarme con personas que también compartieran esta locura”. Ahí apareció D’Ambrosio; y aquel cruce casual en Tiempo de siembra empezaba a convertirse en una nueva aventura.
–¿Ya pensaban en hacer un libro?
Gillespi: –Para nada. ¡Era una reunión de dos fans! Nos juntábamos porque sí, para hablar de Narciso e intercambiar material.
D’Ambrosio: –Una semana, uno llevaba una cosa que sorprendía al otro, y nos entusiasmamos tanto que un día, casi como un chiste, apareció la idea de juntar el material en un libro. Eso fue en 2003, y ahí comenzamos a hacer entrevistas con la gente que estuvo cerca de Narciso Ibáñez Menta. Fue un trabajo minucioso y artesanal, porque casi no hay nada de archivo de su obra.
G.: –Tuvimos la suerte de encontrar a Juan Carlos Galván –actor y amigo de Narciso–, y él nos aportó mucha data personal, que es la más difícil de conseguir y de interpretar.
–¿Por qué es difícil de interpretar?
G.: –Porque era un tipo muy raro, que se levantaba después de las cinco de la tarde, trabajaba durante la noche y sometía a todo su equipo a esas condiciones.
D’A.: –Dicen que el sindicato de actores empezó a luchar por las horas extras a partir de los programas de Narciso, porque la gente grababa 48 horas seguidas sin volver a la casa, los actores dormían tirados en los decorados, usaba un montón de extras a los que después no les pagaba. Casi no hacía pausas en el trabajo. Incluso Diana Álvarez –su principal colaboradora durante años– nos contó que una vez se orinó encima porque él no la dejaba ir al baño.
–O sea que era muy complicado trabajar con él.
G.: –Sí, por eso mismo se ligaba algunas bromas pesadas de los actores que ya eran figuras. Por ejemplo, una vez que se había caracterizado como un Cristo lo dejaron colgado en la cruz en un decorado y se fueron durante más de dos horas a comer mientras Narciso pedía a los gritos que lo bajaran.
–Ibáñez Menta daba miedo de verdad.
G.: –Al tipo le gustaba asustar. También nos contó Diana Álvarez que para su primera entrevista laboral Narciso la citó en su casa. Al llegar allí la recibió la esposa y le indicó que pasara a un cuarto que estaba totalmente a oscuras. Desde las sombras la voz tenebrosa de Narciso le indicó que prendiera la luz, y ahí ella se pegó un susto bárbaro cuando lo vio a él caracterizado de monstruo. “Veo que la máscara funciona”, dijo Narciso.
D’A.: –Salía con el auto caracterizado y manejaba así hasta al canal. Una vez que estaba disfrazado de diablo lo paró la policía.
G.: –Es que otra de sus pasiones era el maquillaje. Él mismo se caracterizaba. Y usaba técnicas muy artesanales, por ejemplo, para simular una cara quemada se untaba dulce de leche. Fue el primero en usar máscaras de látex y lentes de contacto blancos.
–Hacía cosas grandilocuentes, pero artesanales.
D’A.: –Bergara Leumann nos dijo que Ibáñez Menta pensaba que trabajaba para la Metro y después tenía que enfrentar todas las limitaciones. Además de su talento, también se rodeó del mejor plantel técnico de la época, aunque en ese momento casi no se hacían efectos especiales.
G.: –Todos se preguntaban cómo parecían tan reales los muertos, y salían así porque ¡eran muertos de verdad! Trabajaba en la morgue diseccionando cadáveres con ¡vísceras reales! Muchos actores y técnicos se desmayaban.
–¿Fue un fenómeno de masas?
D’A.: –Llegó a hacer picos de rating históricos. En el año 60, que es cuando se empieza a medir el rating, se calculaba que El fantasma de la ópera tenía rating absoluto. O sea que estadísticamente no había nadie mirando otra cosa. Se suspendían funciones de cine durante el horario en que salía el programa. ¡Era una locura!
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