Hace precisamente veinte años recibí una llamada a primera hora de la mañana. Yo estaba aún adormilado y algo perplejo por la voz del otro lado del hilo que me hablaba con su habitual ironía. Era Juan Piquer, me llamaba para que me incorporara al rodaje de La grieta.
El lector no se puede imaginar la alegría que tuve. Siempre me alegro cuando me llaman para rodar, pero esta vez la alegría fue especial. Cinco meses en Madrid y los estudios Verona de Tres Cantos. Cine meses inolvidables con monstruos, maquetas, humo, actores americanos y mucho compañerismo. Este fue tal vez una llamada que cambió el curso de mi carrera en el cine, fue cuando empecé a tener fe en ella.
Cinco meses intensos en que progresé mucho en cine y, curiosamente, al acabar, me vi iniciando otra carrera, la de actor, que tampoco me la esperaba.
En La grieta fui regidor y atrecista. Me dedicaba a la búsqueda y control de los objetos que aparecen en escena. El clima distendido, solíamos bromear mucho sobretodo con el druida Panoramix, como llamábamos al cocinero, y nos reímos mucho a su costa. Los actores Made In Hollywood vinieron con total prepotencia pero el equipo pasaba de ellos, Jack Scalia el protagonista, que estuvo más tiempo, acabó ayudándonos a recoger estucos de la piscina como un currante más y eso que iba de divo el pobre.
Conocí a Colin Arthur, a Basilio Cortijo, y a Emilio Ruiz, autor del truco del monstruo que cuelga del techo y se come a uno de los marineros de un bocado.
Me hubiera gustado mucho haber tenido más experiencias parecidas pero el cine fantástico estaba muy marginado en aquel tiempo y quien vino después trabajaba con otros equipos y en otras condiciones.
El lector no se puede imaginar la alegría que tuve. Siempre me alegro cuando me llaman para rodar, pero esta vez la alegría fue especial. Cinco meses en Madrid y los estudios Verona de Tres Cantos. Cine meses inolvidables con monstruos, maquetas, humo, actores americanos y mucho compañerismo. Este fue tal vez una llamada que cambió el curso de mi carrera en el cine, fue cuando empecé a tener fe en ella.
Cinco meses intensos en que progresé mucho en cine y, curiosamente, al acabar, me vi iniciando otra carrera, la de actor, que tampoco me la esperaba.
En La grieta fui regidor y atrecista. Me dedicaba a la búsqueda y control de los objetos que aparecen en escena. El clima distendido, solíamos bromear mucho sobretodo con el druida Panoramix, como llamábamos al cocinero, y nos reímos mucho a su costa. Los actores Made In Hollywood vinieron con total prepotencia pero el equipo pasaba de ellos, Jack Scalia el protagonista, que estuvo más tiempo, acabó ayudándonos a recoger estucos de la piscina como un currante más y eso que iba de divo el pobre.
Conocí a Colin Arthur, a Basilio Cortijo, y a Emilio Ruiz, autor del truco del monstruo que cuelga del techo y se come a uno de los marineros de un bocado.
Me hubiera gustado mucho haber tenido más experiencias parecidas pero el cine fantástico estaba muy marginado en aquel tiempo y quien vino después trabajaba con otros equipos y en otras condiciones.
La pelea contra el monstruo. Por cierto los actores somos dobles de los protagonista, el segundo por la izquierda soy yo.
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