EL CAPITÁN TRUENO
Quienes nacimos en los años cincuenta, cuando no existía en nuestro país ni la democracia ni los videojuegos, nuestros héroes procedían del mundo del tebeo, posteriormente llamado comic, no se sabe porqué. Uno de los héroes que brillaron con inusual fuerza en el campo editorial fue el capitán Trueno, un caballero feudal "español" (España entonces no existía, los Reyes Católicos aún no la habían unificado) que lucha por la Verdad y la Justicia alrededor del mundo.
Por los datos que nos da, las primeras aventuras pasaban en Tierra Santa con Ricardo Corazón de León y Saladino, lo que nos retrae a la época de mi conde Estruch y de la Corona de Aragón, los cátaros, los Alfonsos el Casto y descendientes directos. Pero Trueno atacaba blandiendo la espada al grito de "Santiago y cierra España".
Lo curioso de esta paradoja es que el personaje, del que se nos da pocos datos, se supone que es catalán, que lleva en su pecho el escudo de la Corona de Aragón, y que en un país ocupado por los invasores musulmanes se fuera viajando alrededor del mundo llegando a un Egipto faraónico que entonces no existía, a las pirámides aztecas y a la mismísima Mongolia. Viajaban en globo creado por un mago y en ocasiones se encontraron con amigos esporádicos como el chimpancé Jujú.
De hecho los tebeos eran muy convencionales, lógicamente no se entretenían en filosofías. Porque ese trío de justicieros, completados por un gigantón tuerto llamado Goliath y un jovencito de nombre Crispín (como el protagonista de Los intereses creados de Jacinto Benavente) eran capaces de derrotar a ejércitos enteros. Los convencionalismos eran abundantes y cantaban más que la Traviata. Por ejemplo, todo el mundo habla el mismo idioma, algo muy típico en esos relatos de aventuras, y sus protagonistas eran altruistas a tope. Sólo se movían en su sed de justicia como el caballero Don Quijote de la Mancha pero en serio.
Este trío de amiguetes desfacian entuertos, derrocaban tiranos, restablecían la justicia. Se veían implicados en toda clase de aventuras, a veces cómicas como el caso del forzudo Goliath que a veces era asediado por gordinflonas que se enamoraban de él.
Trueno (no sabemos cómo llegó a capitán ni su verdadero nombre) tenía una novia, la reina de Thule, Sigrid. Su amor era castísimo hasta que una vez desaparecida la censura publicaron un especial en donde la pareja se iba a la cama.
El tebeo arrasó y se convirtió en un referente para toda una generación. Curiosamente no ha habida manera de que llegara al cine y eso que llevan años intentándolo. Pero si triunfó fue por algo, no por casualidad. En una época, como la dictadura, donde lo habitual era lamerle el trasero al dictador (en realidad España siempre ha sido así, lo fue durante el franquismo y también en la actual democracia), ese héroe nos inculcó una serie de valores como el amor a la justicia por encima de todas las cosas, ese trío de aventureros vagabundos carecían de intereses económicos, no sabíamos de qué vivían.
Su idealismo era puro (e irreal) pero para muchos chavales de la época (las chicas de entonces nunca leían esas cosas sino sonrosadas historietas de Sissy y compañía) fueron nuestros padres espirituales. Eran alguien en quienes nos veíamos reflejados. ¿A quién le hubiera gustado pegarle un buen puntapié a esos profesores que nos enseñaban matemáticas a golpe de regla, que eran antipáticas, que siempre regañaban y parecían malhumorados?
Lo importante era que no todo se hacía por dinero, sino que siempre se actuaba por amor a la humanidad, a la fraternidad, a la justicia. En definitiva puro idealismo en una España que fue y es todavía puramente materialista.
Siempre defendían pueblos oprimidos de todas las naciones, creencias y razas contra los tiranos que les explotaban. Y además lo hacían de una forma divertida, porque los tebeos del capitán Trueno eran entretenidos, tenían ritmo, encanto y jamás aburrían hasta que sus legítimos creadores Víctor Mora (guionista) y Ambrós (dibujante, cuyo verdadero nombre era Miguel Ambrosio Zaragoza) fueron apartados.
Al cambiar de creativos las aventuras se volvieron insípidas y aburridas y dejamos de comprarlos. El encanto se había pedido para siempre.
En su época la historieta se despreció como actualmente se desprecian los videojuegos. Siempre ocurre lo mismo. Cuando un fenómeno de estas características está vivo es vilipendiado, pero cuando ya ha pasado su época es finalmente reconocido y admirado porque las nuevas generaciones de adultos crecieron con ellos y no les ven con los prejuicios de sus progenitores.
Muchos nos vimos reflejados en este capitán Trueno y tenemos ganas de que "resucitara" en otros medios, como es el Séptimo Arte. Quienes crecimos con él le echamos de menos pero sobretodo por una frase de la que no recuerdo su autor: "no se envejece por el paso del tiempo, sino porque se desertan de los ideales de la juventud".
Por los datos que nos da, las primeras aventuras pasaban en Tierra Santa con Ricardo Corazón de León y Saladino, lo que nos retrae a la época de mi conde Estruch y de la Corona de Aragón, los cátaros, los Alfonsos el Casto y descendientes directos. Pero Trueno atacaba blandiendo la espada al grito de "Santiago y cierra España".
Lo curioso de esta paradoja es que el personaje, del que se nos da pocos datos, se supone que es catalán, que lleva en su pecho el escudo de la Corona de Aragón, y que en un país ocupado por los invasores musulmanes se fuera viajando alrededor del mundo llegando a un Egipto faraónico que entonces no existía, a las pirámides aztecas y a la mismísima Mongolia. Viajaban en globo creado por un mago y en ocasiones se encontraron con amigos esporádicos como el chimpancé Jujú.
De hecho los tebeos eran muy convencionales, lógicamente no se entretenían en filosofías. Porque ese trío de justicieros, completados por un gigantón tuerto llamado Goliath y un jovencito de nombre Crispín (como el protagonista de Los intereses creados de Jacinto Benavente) eran capaces de derrotar a ejércitos enteros. Los convencionalismos eran abundantes y cantaban más que la Traviata. Por ejemplo, todo el mundo habla el mismo idioma, algo muy típico en esos relatos de aventuras, y sus protagonistas eran altruistas a tope. Sólo se movían en su sed de justicia como el caballero Don Quijote de la Mancha pero en serio.
Este trío de amiguetes desfacian entuertos, derrocaban tiranos, restablecían la justicia. Se veían implicados en toda clase de aventuras, a veces cómicas como el caso del forzudo Goliath que a veces era asediado por gordinflonas que se enamoraban de él.
Trueno (no sabemos cómo llegó a capitán ni su verdadero nombre) tenía una novia, la reina de Thule, Sigrid. Su amor era castísimo hasta que una vez desaparecida la censura publicaron un especial en donde la pareja se iba a la cama.
El tebeo arrasó y se convirtió en un referente para toda una generación. Curiosamente no ha habida manera de que llegara al cine y eso que llevan años intentándolo. Pero si triunfó fue por algo, no por casualidad. En una época, como la dictadura, donde lo habitual era lamerle el trasero al dictador (en realidad España siempre ha sido así, lo fue durante el franquismo y también en la actual democracia), ese héroe nos inculcó una serie de valores como el amor a la justicia por encima de todas las cosas, ese trío de aventureros vagabundos carecían de intereses económicos, no sabíamos de qué vivían.
Su idealismo era puro (e irreal) pero para muchos chavales de la época (las chicas de entonces nunca leían esas cosas sino sonrosadas historietas de Sissy y compañía) fueron nuestros padres espirituales. Eran alguien en quienes nos veíamos reflejados. ¿A quién le hubiera gustado pegarle un buen puntapié a esos profesores que nos enseñaban matemáticas a golpe de regla, que eran antipáticas, que siempre regañaban y parecían malhumorados?
Lo importante era que no todo se hacía por dinero, sino que siempre se actuaba por amor a la humanidad, a la fraternidad, a la justicia. En definitiva puro idealismo en una España que fue y es todavía puramente materialista.
Siempre defendían pueblos oprimidos de todas las naciones, creencias y razas contra los tiranos que les explotaban. Y además lo hacían de una forma divertida, porque los tebeos del capitán Trueno eran entretenidos, tenían ritmo, encanto y jamás aburrían hasta que sus legítimos creadores Víctor Mora (guionista) y Ambrós (dibujante, cuyo verdadero nombre era Miguel Ambrosio Zaragoza) fueron apartados.
Al cambiar de creativos las aventuras se volvieron insípidas y aburridas y dejamos de comprarlos. El encanto se había pedido para siempre.
En su época la historieta se despreció como actualmente se desprecian los videojuegos. Siempre ocurre lo mismo. Cuando un fenómeno de estas características está vivo es vilipendiado, pero cuando ya ha pasado su época es finalmente reconocido y admirado porque las nuevas generaciones de adultos crecieron con ellos y no les ven con los prejuicios de sus progenitores.
Muchos nos vimos reflejados en este capitán Trueno y tenemos ganas de que "resucitara" en otros medios, como es el Séptimo Arte. Quienes crecimos con él le echamos de menos pero sobretodo por una frase de la que no recuerdo su autor: "no se envejece por el paso del tiempo, sino porque se desertan de los ideales de la juventud".
El mundo actual es demasiado materialista y tal vez nos convenga recuperar aquel espíritu aventurero y justiciero que se perdió cuando el capitán Trueno desapareció de los kioscos.
Comentarios
El Jabato era muy parecido al héroe que nos ocupa, el tercer personaje tardó mucho en salir. Fideo de Mileto, el poetastro, era mi preferido.
Mis padres tenían las colecciones en mi cuarto, y la televisión estaba prohibida.
Así he salido. ¡Y menos mal!